El arte ejerce un efecto «transformador». Nunca mejor dicho. El artista vasco Víctor Goikoetxea le echó el ojo a un anodino transformador de la luz de Xàbia. Está justo en la salida del pueblo. Era un elemento urbano sin pizca de encanto. Goikoetxea, un pintor englobado en el hiperrealismo (es un genial muralista), vio en el transformador un lienzo en el que rendir homenaje al gran Eduardo Chillida. Pidió permiso a la compañía eléctrica y al ayuntamiento. El arte debe remover trabas administrativas. Goikoetxea montó el andamio y le han bastado diez días para demostrar que de la nada puede surgir una obra que atrae miradas y que juega con el espectador. Este artista también es un maestro del trompe-l’oeil, una técnica pictórica que simula profundidades y recovecos arquitectónicos. El transformador parece estar cubierto con metal. Pero es todo «pintura». «Me he inspirado en la obra gráfica de Chillida y, en concreto, en uno de sus grabados. No es exactamente pintura. Es hierro líquido con un tratamiento metálico», explicó a Levante-EMV el artista.
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